Quedo a
las 7:15 en el patio de mi casa para salir en bici, con el amigo Mario y
Francis. Salir con la fresca para antes de que llegue la “caló” estemos en
casa.
La ruta
la trazamos sobre la marcha y vamos a El Carpio, de aquí a Pedro Abad y vuelta por la vía paralela de la Autovia A-4. En total unos 28 kilómetros,
llanos y apto para todos los públicos.
Mario,
nos lleva a la Torre del Cristo de Pedro Abab y allí nos detenemos ante este edificio religioso. Formalmente damos los buenos días al protagonista
de esta historia: “El Grajo”.
Fue
arriero de carbón, desde la Sierra Morena hasta la zona de campiña donde la
encina ya no existía. En bestias, jornadas inagotables de un lugar a otro, para
utilizar carbón como recurso energético. Nos cuenta que ha vivido en épocas donde
los niños cuidaban de una piara de cochinos por el simple sueldo de la comida y
que él conoció los Montes Comunales de Adamuz sin un solo pino. Se ríe de cómo vivimos
hoy día y cuanto han cambiado las cosas. Su trabajo terminó, el día que apareció
el butano.
Un día,
decidió ir con el “Sargento Rutina” a la feria de ganado del El Carpio. Cada uno
de ellos llevó su cabalgadura. Llegaron a la feria y vieron algo que les
sorprendió. El Maestro Escuela de El Carpio “trujo” (trajo) y vendía en dicha feria bicicletas. Ambos
amigos, decidieron sin miramientos comprar una cada uno.
Ataron
las bicis en los dos borricos y retomaron el camino hacia Adamuz.
“El
Grajo” nos cuenta, que no tenía ni idea de cómo se montaba en bicicleta, pero
que gracias a sus cinco hermanos aprendió a montar. Uno agarraba del manillar,
otro agarraba del sillón. Su única hermana aun conserva el viejo cuadro de
aquella bicicleta.
Aprendió
a montar nuestro viejo amigo, en aquella nueva cabalgadura y con tanta obsesión
que un buen día, salió de Adamuz, subió el antiguo puerto de las Mojoneras,
llegó a Villafranca de Córdoba y de aquí al Puente Mocho. Siguió hasta Córdoba
y de allí subió a Villaviciosa y volvió a su pueblo. Todo en una jornada. A la mañana siguiente de lo
reventado que estaba, tuvo que ir Don Antonio, el médico del pueblo, a verlo a su
casa.
“El
Grajo” se queda en Pedro Abad, donde reside junto a la Torre del Cristo,
nosotros, continuamos nuestro recorrido, disfrutando de este inolvidable
encuentro.
Saludos,
Ivan.
Como mínimo curioso... Historias de antaño que nos recuerdan la falta de autenticidad con la que vivimos.
ResponderEliminarGracias por compartirla, un abrazo.