domingo, 23 de junio de 2013

El Arriero de Adamuz que compró una bicicleta.

Quedo a las 7:15 en el patio de mi casa para salir en bici, con el amigo Mario y Francis. Salir con la fresca para antes de que llegue la “caló” estemos en casa.

La ruta la trazamos sobre la marcha y vamos a El Carpio, de aquí a Pedro Abad y vuelta por la vía paralela de la Autovia A-4. En total unos 28 kilómetros, llanos y apto para todos los públicos.

Mario, nos lleva a la Torre del Cristo de Pedro Abab y allí nos detenemos ante este edificio religioso. Formalmente damos los buenos días al protagonista de esta historia: “El Grajo”.

Fue arriero de carbón, desde la Sierra Morena hasta la zona de campiña donde la encina ya no existía. En bestias, jornadas inagotables de un lugar a otro, para utilizar carbón como recurso energético. Nos cuenta que ha vivido en épocas donde los niños cuidaban de una piara de cochinos por el simple sueldo de la comida y que él conoció los Montes Comunales de Adamuz sin un solo pino. Se ríe de cómo vivimos hoy día y cuanto han cambiado las cosas. Su trabajo terminó, el día que apareció el butano.

Un día, decidió ir con el “Sargento Rutina” a la feria de ganado del El Carpio. Cada uno de ellos llevó su cabalgadura. Llegaron a la feria y vieron algo que les sorprendió. El Maestro Escuela de El Carpio “trujo” (trajo) y  vendía en dicha feria bicicletas. Ambos amigos, decidieron sin miramientos comprar una cada uno.

Ataron las bicis en los dos borricos y retomaron el camino hacia Adamuz.

“El Grajo” nos cuenta, que no tenía ni idea de cómo se montaba en bicicleta, pero que gracias a sus cinco hermanos aprendió a montar. Uno agarraba del manillar, otro agarraba del sillón. Su única hermana aun conserva el viejo cuadro de aquella bicicleta.

Aprendió a montar nuestro viejo amigo, en aquella nueva cabalgadura y con tanta obsesión que un buen día, salió de Adamuz, subió el antiguo puerto de las Mojoneras, llegó a Villafranca de Córdoba y de aquí al Puente Mocho. Siguió hasta Córdoba y de allí subió a Villaviciosa y volvió a su pueblo. Todo en una jornada. A la mañana siguiente de lo reventado que estaba, tuvo que ir Don Antonio, el médico del pueblo, a verlo a su casa.

“El Grajo” se queda en Pedro Abad, donde reside junto a la Torre del Cristo, nosotros, continuamos nuestro recorrido, disfrutando de este inolvidable encuentro.


Saludos, Ivan.

1 comentario:

  1. Como mínimo curioso... Historias de antaño que nos recuerdan la falta de autenticidad con la que vivimos.
    Gracias por compartirla, un abrazo.

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