viernes, 15 de mayo de 2015

La frustración como herramienta de aprendizaje en nuestros hijos.

Cuanto deseaba escribir de estos temas en mi blog, pues antes de que naciera Eloy, siempre que he manifestado algo sobre el comportamiento y educación de los más pequeños, la respuesta recibida ha sido la misma: “Cuándo seas padre ya me contarás”.

Pues bien, ya soy padre y tan solo desde hace dos años, lo cual ya me autoriza a poder reflexionar y escribir sobre niños y niñas. ¡Bien!

Voy a exponeros un resumen de la lectura de varias web, blogs, libros y parte de mi experiencia con el pequeño Eloy para poder trabajar la frustración y que cuando esta aparezca en forma de llanto, rabieta e incluso agresión pueda convertirse en herramienta de aprendizaje.

Cuando he leído el libro de la Educación del Talento de la Universidad de Padres y escrito por Molina, aprendí que todo lo que nos pasa en nuestras relaciones sociales y como somos, son ENTRENABLES. Sin obviar la genética del carácter de nosotros mismos, todo se puede conseguir en mayor o menor medida, si se entrena y el ambiente que nos rodea es favorable.

Partiendo de esto, pienso y creo firmemente que el fracaso derivado de la frustración se puede prevenir, amortiguar y entrenar para que no se convierta en una depresión, si esto se repite de manera frecuente.

Frustración se define como la vivencia emocional que se presenta cuando un deseo, un proyecto, una ilusión o una necesidad no llegan a satisfacer o cumplir.

Nuestros hijos (0-5 años) no tienen al 100% desarrollado el concepto temporal, ni la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás. No olvidemos que los padres también tenemos vida, los padres también necesitamos facilitarnos nuestras actividades diarias, sin olvidar que nuestros hijos son el centro de nuestras vidas. Pero esta idea no debe dejarnos pensar que somos malos o buenos padres basados en la dedicación a nuestra prole. Como ocurre en muchas facetas de nuestra vida, la clave está en el equilibrio. 

Conozco a muchos amigos y compañeros que dejan de realizar actividades habituales en el momento en el que aparecen los niños, las descartan asumiendo que tienen que hacerlo y no son capaces de conciliar sus aficiones frente a la crianza. Evidentemente también hay padres que toman esta decisión de manera consciente y muy meditada, por lo que es igual de respetable que cualquiera de las otras opciones.

La frustración y ya lo he dicho anteriormente, bien gestionada es una potente herramienta de aprendizaje y educación, ahora bien si esta se acentúa (por parte del niño, de su ambiente en la escuela, por los padres, etc.)  por no conseguir lo que se quiere se desencadenan rabietas, llantos e incluso el genio, llegando en casos extremos a las agresiones.

Los niños poseen tolerancia a la frustración, de esta manera los hay que frente a este comportamiento actúan como si nada, son capaces de cambiar el chip de manera rápida y los que se lo toman tan a pecho que no se les olvida en minutos e incluso horas (mucho me temo que la respuesta temporal de ofuscación frente a un comportamiento frustrado irá en aumento con la edad, al adquirid capacidad de memoria, asociación de ideas, etc. De aquí la importancia de empezar a entrenar y gestionar estas crisis desde las edades más tempranas).

La poca o nula tolerancia al fracaso puede manifestarse en nuestros hijos por la aparición de alguno de estos comportamientos:

-Poca paciencia frente a los deseos. Cuando un niño poco tolerante quiere algo lo quiere al momento, eleva la voz, repite la voz de llamada insistentemente hasta que consigue lo que quiere.

-Manifiestan exigencia incluso en situaciones tan sencillas como pedir un vaso de agua.

-Se adaptan mal a los cambios que acontecen a su alrededor, como los cambios de rutina.

-Desencadenan el mecanismo de las “lágrimas de cocodrilo” de manera inmediata frente a la frustración o la negativa a algo que se les ha prohibido.




Parte de estas manifestaciones se pueden atajar y reducir si los padres sabemos dónde estamos y como debemos gestionar la situación. No pretendo, como no lo pretende el mejor de los manuales, de dar con la varita mágica que todo lo soluciona, por lo que cada uno de nosotros puede captar lo que mejor le convenga en la infinidad de las situaciones en las que se ve envuelto con su familia. Ahora bien, si que queda claro que los padres SOBREPROTECTORES en condiciones normales, son amigos del “todo vale” y la PERMISIBIVIDAD va por bandera. Suelen pensar esos padres que el niño evite realizar actividades que consideran complejas, peligrosas o molestas, piensan además que el niño es débil, muy frágil e inexperto para todo lo que hace, por ello considera que tiene que ayudarlo en todo momento. Este rol de padre sobreprotector, puede derivar otros comportamientos asociados a la gestión de la frustración como la TIRANIA, pero esto ya lo trataré en otra entrada.

Decir “No” cuando la ocasión lo requiere (peligro, deseo innecesario, establecimiento de una norma de comportamiento o educación), no nos hace malos padres. Muy al contrario nos facilitará en su desarrollo el entendimiento entre padres e hijos en las normas básicas de convivencia.  

Evidentemente tenemos que decir “Sí”, a la exploración, a comer solo a pesar de que el niño no tenga aún la habilidad y destreza total a la hora de coger la cuchara y se ponga todo perdido, a probar un alimento nuevo que aún no ha probado.

Como padres nuestro entrenamiento para poder enseñar a controlar y superar la frustración puede pasar por:

-Retardar intencionadamente la demanda exigente del niño exponiéndole que así no puede pedir las cosas y así no va a conseguir su objetivo.

-Dejar que el niño investigue y participe en actividades diarias como el baño, la comida-cena o el simple hecho de tirar el pañal en la basura. A pesar de que alguna de estas tareas no se realizará de manera efectiva, si que vamos metiendo al niño en la idea de la autogestión de sus capacidades, que posteriormente se convertirán en obligación y responsabilidad.

-No ceder frente a las rabietas no justificadas  (los padres sabemos perfectamente cuando tienen una base de necesidad y cuando no las tienen). Pienso que querer un trozo de comida en concreto de plato y no querer otro y “montar un pollo” por ello, carece de sentido.

-Favorecer rutinas ayuda a organizar nuestro tiempo como padres y con ello se consigue que los niños se habitúen a hábitos diarios que pueden suponer un conflicto. Un niño tiene que comer a sus horas, la desvirtuación de los horarios desencadena la frustración frente a los deseos de juego por ejemplo.

-La gestión de sorpresas puede ser una herramienta muy adecuada para evitar las frustraciones. Un buen ejemplo es que si condicionamos a un niño a tomar chocolate todos los días tras la comida, si en algún momento este chocolate falta se desata dicha frustración. Ahora bien la sorpresa en la entrega de golosinas, no genera ningún tipo de controversia. Ojo a utilizar este tipo de acciones como condicionantes para conseguir objetivos de buen comportamiento, hay que racionalizarlo, como siempre, todo a su justa medida.

-La presión derivada por las acciones de los padres en la consecución de un acto (prisa por llegar al gimnasio cuando antes tengo que recoger al niño, estrés porque no se llega a una cita, etc.) es detectada por los pequeños y desencadena mecanismos contrarios a los deseados por los padres: parón en seco, llanto, etc. Esto se relaciona con la capacidad de AUTOGESTIÓN y AUTOCONTROL que quieren adquirir nuestros hijos.

-Importante es no convertir la frustración en un éxito del niño, pues en ocasiones los padres nos esforzamos en mitigar las causas del conflicto con más tolerancia a la rabieta.

-No dar demasiadas opciones frente acciones cotidianas y que deberían tener una rutina. Para ello hay que evitar preguntas como: ¿Te quieres poner el abrigo? Si como padres tenemos claro que para salir hay que ponerse el abrigo, la opción es ser firmes y animar al niño a salir contándole cosas mientras le colocamos el abrigo, la bufanda, etc. De igual manera a la hora de comer, donde en ocasiones he odio la pregunta: ¿Qué quieres comer? Son niños y aun no son especialistas en dietética y nutrición para saber si lo que comen es o no equilibrado. ¿Qué pensáis que elegirá un niño en una cena frente a salchichas con kétchup o menestra de verduras con merluza? De nuevo, por favor busquemos el equilibrio en todo esto.





En definitiva y como conclusión a esta entrada que me apetecía escribir, trabajemos y entrenemos la frustración de manera adecuada. No seamos  radicales del “no”, ni del “´si”, dejemos que los pequeños se enfrenten a sus miedos, a sus vivencias y no dudemos en colocar normas de educación, de civismo cuando creamos que tenemos que ponerlas, esto les ayudará en su desarrollo como personas a ellos y también a nosotros como padres.

Saludos, Ivan.

Webgrafia consultada para esta entrada: 



No hay comentarios:

Publicar un comentario